dimarts, 18 de gener del 2022

un napoleó contra els polls



TAMARA DJERMANOVIC
«Crimen y castigo». A: La literatura admirable. Del Génesis a Lolita. Pasado y presente, 2018.


En el plano filosòfico moral, Dostoyevski plantea un interrogante: ¿puede tener un hombre superior, uno que está o se siente por encima de la masa, el poder de decidir sobre las vidas de los demás? Napoleón, Mahoma, Newton, Kepler, Licurgo, Solón son algunos nombres que cita en la novela para hablar de aquellos cuyo genio les ha permitido no tener que seguir las normas de comportamiento establecidas. «Descubrí que el poder se entrega solo a quien tiene osadía de agacharse a recogerlo» afirma Raskólnikov, y prosigue:


¡Quienquiera que pueda escupir a la muchedumbre se convierte en su legislador! [...] Yo quise atreverme y maté [...] Lo que quería saber, y saberlo cuanto antes, era lo siguiente: ¿soy un piojo, como todos los demás, o soy un hombre? ¿Soy capaz de transgredir o no? ¿Me atrevo a agacharme y recoger o no? ¿Soy una criatura temblona o tengo derecho?
 

 

Rebelarse contra el orden social y moral es otra de las cuestiones principales que se exponen. Un Napoleón contra los piojos son extravagantes metáforas dostoyevskianas que establecen la dicotomía entre los hombres extraordinarios y la masa en la teoría de Raskólnikov. «Lo que maté fue solo un piojo. Un piojo inútil, asqueroso, ruin», escuchamos decir al protagonista, aunque a medida que avanza la novela, su actitud hacia las ideas que le motivaron va cambiando: «Junto con ella, me maté a mí mismo».

Así como de costumbre, el escritor se sirve de un determinado contexto social histórico y de un marco temporal para plantear sus dudas, que considera universales. La novela empieza in medias res, dos días y medio antes de que Raskólnikov cometa el asesinato, y continúa a lo largo de un tiempo que se ha calculado en aproximadamente dos semanas. Pero el escritor nos remite a un artículo titulado Sobre el crimen que su protagonista había escrito unos seis meses antes. Este texto se presenta como la base ideológica del delito y revela una de las claves de la escritura dostoyevskiana: mostrar cómo las ideas pueden determinar los sucesos reales de nuestra vida, muchas veces de modo fatídico.

En un plano más general, Crimen y castigo marca una nueva etapa en el análisis del individuo. El protagonista encarna el complejo universo psicológico y filosófico del hombre; es un personaje que se alimenta de ideas. En este sentido corresponde plenamente lo que Mijaíl Bajtín, en Problemas de la poética de Dostoyevski define como estar «devorado por una idea». Esto se ve claramente en la emblemática conversación que Raskólnikov mantiene con la sirvienta:

 

—¿Qué hace usted?
—Trabajo.
—¿Qué clase de trabajo es este?
—Me dedico a pensar.

 

Al perfilar un criminal intelectual, Dostoyevski trata otro de sus temas favoritos: la ambigüedad humana. A Raskólnikov le caracterizan cultura y refinamiento, pero es capaz de cometer hechos monstruosos. Tal como su apellido indica, es un cismático, lo mismo que los famosos raskolniki rusos, y está escindido por dentro. Se mueve entre una misericordia y generosidad extraordinarias y un egocentrismo diabólico. El desequilibrio en la percepción de la realidad exterior es solo una de las consecuencias de un carácter semejante.

Pasaba los días enteros sin poner los pies en la calle, sin querer trabajar, hasta sin querer comer. Me pasaba el día tumbado [...] De noche no tenía luz. Seguía tumbado en la oscuridad y no quería trabajar ni para comprar una vela. Lo que más me gustaba era tumbarme y pensar. No hacia más que pensar...¡Qué sueños tan extraños y variados tenía!

El protagonista de Dostoyevski se dirige al crimen hipnotizado por sus ideas. Pero cuando la realidad muestra la consecuencia de aquellas, llegan el remordimiento y el sufrimiento. Matar por ideales no es posible; esta sería, asimismo, la conclusión principal que Fiódor Mijáilovich quiere comunicar con la novela. Si bien su escritura filosófica es siempre dialéctica —plantea muchos interrogantes sin pretender dar prácticamente nunca una única respuesta—, en Crimen y castigo se puede seguir la respuesta que halla al final y la ofrece al lector: un ser humano, por muy superior que se considere, no es quien puede decidir quien merece vivir y quien no. He aquí el mensaje filosófico-ético del libro.
A nivel psicológico, Dostoyevski concluye que un individuo de conciencia sensible no puede aceptar las consecuencias psicológicas de un crimen sangriento. Esto es lo que el novelista dice haber comprendido en la cárcel en Siberia, donde vivió al lado de muchos seres humanos atormentados y arrepentidos por haber oficiado el mal. «El dolor de su corazón acabará con él, mucho antes de que se le haya infligido ningún castigo. Mucho más implacablemente que la ley más severa se condenará a sí mismo por su crimen». Esto le sirve de modelo para idear su protagonista y el destino novelesco que le aguarda. El castigo es, principalmente, el autocastigo de Raskólnikov.

 

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