He leído en el periódico que la casa Sotheby's londinense ha subastado una pequeña lata llena de mierda, por la que se han pagado 17.250 libras esterlinas. Veo que la palabra «pequeña» se ha colado de rondón en mi frase, como si la notícia fuera más aceptable en caso de ser la lata más grande. El artista italiano Piero Manzoni produjo en su día noventa latas llenas de mierda. Todas iban numeradas y firmadas, y se vendieron a precio de oro. Un conocido mío marchante de arte me asegura que el precio fue ridículo, por lo bajo.—Si tuviera una lata de Manzoni hoy le sacaría 150.000 pavos sin el menor esfuerzo —me aseguró.Parece ser que las latas de Manzoni se han convertido en una rareza. Puede que los compradores escépticos las abriesen para verificar si de verdad contenían mierda.—Mientras que el precio del oro se ha mantenido más o menos estable, la mierda ha alcanzado precios astronómicos en los últimos treinta años. Y sigue en ascenso —afirmaba mi conocido.La transmutación de la mierda en oro no es sin embargo asunto sencillo, pues si lo fuera todos seríamos ricos. Hacen falta instituciones, galerías, medios, un mercado, publicidad, intérpretes (que explicarán el significado del gesto artístico), promotores, marchantes de arte, críticos y, por supuesto, consumidores. Aun cuando la mierda vaya bien envasada, no hay garantía de que la transmutación de realice con éxito...
Dubravka Ugresic. «Alquimia» A: Gracias por no leer. Traducció de Catalina Martínez-Muñoz. La fábrica, 2004. P. 95-96.
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