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El poeta Rainer Maria Rilke escribió en una ocasión que la música podía elevarlo —lo que en sí no tiene nada de especial—, antes de añadir: «Y bajarme en otro lugar». Me encanta esta cita. Me gusta porque la reconozco muy bien. No solo en lo que se refiere a la música, sino también a la literatura. De hecho, sobre todo en lo que se refiere a la literatura. Esa extraña sensación que te invade tras acabar de leer, cuando te quedas sentado con el libro en el regazo, todavía inmerso en su mundo durante unos minutos más. La última vez que tuve esa experiencia fue el invierno pasado, cuando leí la novela Cosas pequeñas como esas, de Claire Keegan. No había oído hablar de Keegan, y cogí el libro por casualidad. Es una novela breve, de solo 96 páginas, y la leí en un par de horas. Al acabarla me quedé sentado unos minutos en mi sillón, con el libro sobre las rodillas, henchido de las sensaciones y la atmósfera del libro, que sentía de un modo muy intenso. Al rato me levanté para sumirme en los quehaceres diarios, y las impresiones de la novela fueron desapareciendo poco a poco, hasta que apenas quedó una sensación que surgía cuando pensaba en ella. Y así ocurre con todas las novelas buenas: pueden llenarme por completo, pero solo en el momento; al acabar la lectura, la vivencia se desvanece.
¿Acaso esa vivencia significa algo? ¿Es de alguna manera importante? ¿O leer novelas no es más que una forma atractiva de pasar el tiempo? Por regla general pensamos que lo importante es lo que cambia o influye en algo, es decir, un fenómeno, acto o comentario que, de una u otra manera, tiene consecuencias más allá de sí mismo. Cuanto mayores y más trascendentales sean las consecuencias, más importante es. Si os preguntara qué es importante en este momento, algunos tal vez contestaríais «La guerra de Ucrania»; otros, «La crisis climática», y otros, «La inflación y la pobreza creciente» o, tal vez, «El auge del populismo de derechas» o «El racismo estructural». Para algunos, tal vez sería un conflicto agotador en el trabajo, una madre enferma a punto de morir o un flamante enamoramiento. O podría ser algo más cotidiano: un dolor de muelas, un cosquilleo en la garganta que hace que no puedas evitar toser aquí, en esta sala, y la incomodidad que sientes por molestar a otros miembros del público. Dudo de que a la pregunta «Qué es importante» muchos de vosotros hubierais contestado «La novela». Que la novela es importante.
Pero ¿es importante la novela? ¿Por qué y para quién?
Antes de proseguir, tal vez deba informaros de que no soy imparcial a la hora de tratar este tema. He leído novelas durante toda mi vida, e incluso he escrito unas cuantas, así que, si contesto que no a esa pregunta, estaré diciendo al mismo tiempo que he echado a perder toda mi vida adulta en algo insignificante y que, en el fondo, no tiene ningún sentido. Si contesto que sí, que la novela importa, podría entenderse como una autodefensa desesperada. Pero eso no cambia la pregunta. Ni siquiera tiene nada que ver con ella. Porque allí estaba yo, sentado en mi sillón, con la novela Cosas pequeñas como esas en las rodillas, henchido de sus intensas sensaciones y atmósfera...
Karl Ove Knausgård. La importancia de la novela. Traducció de Kirsti Baggethun i Asunción Lorenzo. Anagrama, 2023. P. 7-11.
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