diumenge, 7 d’abril del 2024

fum

 

De hecho, yo solía leer, en ciertos momentos, a lo largo de los años. Cuando estaba loca, sobre todo, leía mucho.

Un invierno, leí casi todas las antiguas obras de teatro griegas. Lo cierto es que las leía en voz alta. Y de arriba abajo, y cuando leía cada página por las dos caras, la arrancaba del libro y la tiraba al fuego.

A Esquilo y Sófocles y Eurípides los convertí en humo.

Es un modo de hablar, se podría pensar así.

Hablando de otro modo, se podría afirmar que fue con Helena y Clitemnestra y Electra con las que hice eso.

Por mucho que lo pienso, no tengo ni idea de por qué hacía eso.

Si hubiera entendido por qué hacía eso, es indudable que no habría estado loca.

Si no hubiera estado loca, es indudable que no habría hecho eso en absoluto.

No estoy del todo segura de que estas últimas dos oraciones tengan un sentido concreto.

En cualquier caso, tampoco recuerdo exactamente dónde leí las obras y quemé las páginas...

 

David Markson. La amante de Wittgenstein. Traducció de Mariano Peyrou. Sexto Piso, 2022. P. 20.

 

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