EL LIBRO COMO ARTÍCULO DE VIAJE
De chica mis padres solían salir de paseo los sábados a los alrededores de la ciudad, lo que por entonces era todavía casi campo; Escobar, por ejemplo, o Pilar. Mi madre llevaba un calentador y una pavita para hacer el té, mi padre compraba unos sándwiches de miga en la confitería de la avenida Maipú, y yo preparaba una valijita con los libros que pensaba leer en el pícnic mientras mis padres hablaban, o se peleaban, o se quedaban mudos mirando los eucaliptos a la vera del camino. Yo sabía que eran demasiados libros, y así me lo hacía ver mi padre, "mirala a tu hermana que solo trajo el Billiken", pero no lograba convencerme de que con un libro bastaba. Yo pensaba que a lo mejor se descomponía el auto, teníamos que pasar la noche afuera, y corría el peligro de quedarme sin lectura.
El miedo de quedarme sin libro que leer me sigue rondando. Cuando emprendo un viaje en avión siempre lo hago munida de excesivo material de lectura. Aun así, invariablemente, entro en alguna librería del aeropuerto mientras espero el vuelo y compro uno o dos libros más que luego, la mayoría de las veces, no leo. No importa: me siento acompañada y siempre es bueno tener lectura de más por si hay demoras.
Sylvia Molloy. Citas de lectura. Ampersand, 2017.
Las nuevas tecnologías se han encargado de resolver el problema de la inexistencia de libros con el tamaño y peso perfectos para poder viajar con cientos de ellos en los bolsillos. Y no vale llevarse las manos a la cabeza y augurar desgracias apocalípticas. Recuerda, la luz eléctrica en su momento iba a ser el fin de la humanidad, la gente se quedaría ciega...
ResponEliminaChiloé