dissabte, 17 de maig del 2025

la vida literària europea i el festival d'eurovisió

 

LA LITERATURA EUROPEA COMO EL FESTIVAL DE EUROVISIÓN 
El concepto de las literaturas europeas —que habitualmente manejan los políticos, gestores culturales, editores, las anticuadas cátedras universitarias, y a menudo los propios escritores de la Unión Europea— no se diferencia mucho del Festival de Eurovisión.
Eurovisión es el punto más caliente de la unión mental de Europa; es un grandioso (grandioso al European style) desfile del kitsch musical europeo. A decir verdad, mucho más que la música pop lo que sirve de entretenimiento son otras cosas, como pueden serlo los atuendos («¡Este año los mejor vestidos eran los chipriotas!») o las espectaculares actuaciones («¡Los irlandeses han llenado este año el escenario de tanto humo que casi provocan un incendio!»). También hace gracia la manera de votar. («Croatia, ten points! Belgium, two points!»), y las postales televisivas de los distintos países, así como las emocionantes conexiones con los estudios en Talin y Dublín; igualmente hace gracia la «política» y su transparencia («Estaba claro, los croatas han dado el mayor número de puntos a los eslovenos, y los eslovenos a los croatas»); y la participación de los nuevos representantes europeos («¡Fíjate, este año tenemos a los bosniacos!»). Y en lo que a la música respecta, de los turcos se espera que incorporen un poco de kitsch musical oriental, de los suecos que repitan el éxito de ABBA. El mayor espectáculo televisivo europeo tiene también su aspecto educativo (el televidente aprende los nombres de nuevos Estados: Letonia, Estonia, Lituania), su función político-ideológica («¡De acuerdo, hemos aceptado a los estonios, pero a los turcos no, bastante es que canten con nosotros!»); y de paso, por supuesto, trae pingües beneficios económicos. A veces se producen excesos, como Diva («¡Viva la Diva!»), el transexual israelí, pero dentro del mainstream los excesos son siempre bienvenidos.
La vida literaria europea, con sus representantes literarios, tras cuyos nombres siempre (¡siempre!) figura el de sus países, por lo general no se diferencia mucho de la gala anteriormente descrita. Es cierto, no es tan espectacular. Sin embargo, las transmisiones televisivas de la entrega anual del Premio Booker confirman que también la literatura se está convirtiendo en espectáculo televisivo. Los galardonados literarios saltan al podio («Canada, ten points!») y pronuncian palabras de agradecimiento a la manera de los cantantes pop. Los razonamientos de los jurados son mucho más elocuentes, cosa entendible, ya que el oficio literario trabaja con las palabras y no con notas. Si tenemos en cuenta el efecto comercial de la fiesta televisiva del Booker, y luego también el principio de exclusividad (el Booker se entrega a libros de países de habla inglesa), entonces todo esto respalda nuestra comparación inicial, a pesar de que a alguien le parezca injusto, malicioso e incorrecto.

Dubravka Ugrešić. «¿Qué es europeo en la literatura europea?». A: No hay nadie en casa. Traducción del croata de Luisa Fernanda Garrido Ramos y Tihomir Pištelek. Anagrama, 2009. P. 157.

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