...Las cosas familiares se vuelven extrañas y Shriver, como escritora realista que disecciona mejor que nadie las taras de la sociedad estadounidense, está a la vez emparentada con el género de terror. Ya logró esa inquietante simbiosis en una de las mejores novelas que yo he leído en lo que va de siglo: Tenemos que hablar de Kevin (Anagrama), adaptada para el cine en 2011 por Lynne Ramsay y protagonizada por Tilda Swinton.
En Tenemos que hablar de Kevin Shriver abordaba con una prosa adictiva y una voz potente y peculiar —la de la madre de Kevin— problemas que no tienen una solución simple: ¿tiene la violencia una causa psicológica o la violencia individual es un reflejo de la violencia del sistema?, ¿rechaza la madre de Kevin a su hijo porque ve en él desde pequeño el estigma de la maldad o la maldad de Kevin es el resultado del desapego de su madre?, ¿el sentido cítico, la mirada política sobre lo real nos convierten en malas personas o en todo lo contrario?, ¿por qué matan los adolescentes a sus compañeros de clase, a su familia, a sus amigos?...Una familia casi modélica se transforma monstruosamente en el ámbito de un mundo también monstruoso —el Imperio—. El resto de las sociedades permanecen atentas ante la posibilidad del contagio. Lionel Shriver ha decidido no vivir en los Estados Unidos.
Marta Sanz. «Los límites de la masturbación autobiográfica». A: Enciclopedia secreta. Lecturas en el espejo feminista. Contraseña, 2022. P. 144-145.
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