divendres, 20 de juliol del 2018

calar-hi foc


En 1772, el emperador chino Qianlong mandó a un grupo de comisarios expertos a buscar libros raros en las bibliotecas de todo el imperio, porque quería reunirlos y guardarlos en Pekín. En el curso de su investigación, los comisarios también encontraron escritos que criticaban a la dinastía imperial o que denunciaban y escarnecían a miembros de la alta nobleza. Esto era alta traición literaria y solo podía castigarse con la pena capital. Antes que nada, el emperador encargó la elaboración de una lista de esos libros peligrosos, que llegó a contener más de dos mil títulos. Entre los criterios que se tenían en cuenta a la hora de condenar un libro no solo se encontraba la crítica al régimen, sino también cuestiones estilísticas: también se incluyeron en la lista los libros considerados carentes de valor literario, ya que podían resultar perjudiciales para el lector como malos modelos estilísticos. Esos libros fueron confiscados y quemados en todo el país. La prohibición siguió vigente hasta la muerte del emperador, acaecida en el año 1795.

Werner Fuld. Breve historia de los libros prohibidos. Traducció de Marc Jiménez Buzzi. RBA, 2013. P. 87.

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