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«Tengo un amigo profesor en una universidad importante del Este, cerca de Boston. Es escritor como yo y enseña escritura creativa. El otoño pasado, un joven estudiante llevó a clase un relato particularmente gráfico con abundante descripción de fornicación heterosexual y vívidos detalles documentales que culminaban en un coito anal. El relato fue leído y la clase le brindó una acogida, si bien no entusiasta, al menos respetuosa, con excepción de una joven que dijo que ese tipo de escritura no era literatura y que no debía concedérsele el honor de ser discutido en clase. A ella le parecía que en ese relato se degradaba a las mujeres. Después se fue a su casa, escribió y llevó a clase un relato mucho más vívido y detallado aún de lascivia heterosexual, que también culminaba en un coito anal —que supongo que es ahora el non plus ultra en heterosexualidad— y que tanto a la clase como a mi amigo novelista les pareció mejor que el anterior.
Pero la joven se sorprendió. Ella había escrito su relato como protesta, para humillar y airar a sus colegas y para ilustrar para ellos sus errores poniéndolos en el triste lugar que ella había ocupado antes: sin duda un modo de emplear la literatura que el tiempo ha consagrado. Ella creía haber calculado cuidadosamente la respuesta de su público, pero por desgracia se había equivocado, lo que es, por supuesto, una medida del éxito o la excelencia de la escritura, pero sólo una.»
Richard Ford. Flores en las grietas. Autobiografia y literatura. Traducció de Marco Aurelio Galmarini. Anagrama, 2012. P.12.
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