dilluns, 16 de desembre del 2019

autoritat moral


¿A qué nos referimos al hablar de la «autoridad moral» de un gran novelista? Hablar de ello, en la tradición inglesa, es invocar a George Eliot antes que a Dickens, Henry James o Joseph Conrad. No intento negar de este modo la abundante sabiduría moral que hay en Casa desolada, Los bostonianos o El agente secreto, sino destacar el caso sin parangón de George Eliot.
Imposible no sentir que Middlemarch nos comunica algo grave y majestuoso. La protagonista, Dorothea Brooke, es más que una profana Santa Teresa: es un alma fabulosamente fuerte, capaz de combatir sus propios errores. Los enérgicos personajes a su alrededor (Bulstrode, el singular Casaubon y el deteriorado Lydgate, un antecesor del Dick Diver de Tierna es la noche, de Scott Fitzgerald) muestran sus puntos débiles. Dorothea, como George Eliot, es wordsworthiana. El heroísmo tradicional aquí se deja de lado, al igual que la sublimidad proyectada, y ocupa la escena una nueva sublimidad compartida por el ser y la naturaleza.
Dorothea, con su intensidad moral, es la antecesora de varios personajes de Thomas Hardy y D.H. Lawrence, pero su extraña e introspectiva energía puede compararse con la de muy pocas heroínas. Henry James, inquieto con Middlemarch, se entregó a una defensiva búsqueda de errores, como hizo con La letra escarlata. Lo que molestaba a James era este grado sublime que sus más grandes personajes (Isabel Archer, ante todo) no podían sustentar por su grado de evasión.
Es muy sencillo no entender la óptica moral de George Eliot, como incluso Nietzche demostró al burlarse porque ella supuestamente creía que era posible conservar la moral cristiana descartando al dios cristiano. El llamado de Eliot al renunciamiento no es cristiano, no más de lo que fue en Goethe. La sublimidad moral de Eliot se toca con la idea de Goethe de que nuestras virtudes se convierten en defectos si pretendemos expandir la vida. Profundamente irónico, Goethe es diferente a Eliot, que raras veces se permite una ironía. Y de nada les sirve a los críticos dotar a George Eliot de una perspectiva irónica.
La literatura moral o pedagógica es muy rara en los tiempos modernos, ¿quién podría escribirla, excepto George Eliot? Nos sorprenden las afinidades de ella con los más grandes poetas (Shakespeare y Dante), afinidades que se vuelven manifiestas en las oscuras personalidades del trágico Lydgate y de la incansable Dorothea.
En la literatura imaginativa, la autoridad moral no se puede distinguir de la claridad y la fuerza intelectual, como tampoco del don inventivo. No se me ocurre que otra novelista más que George Eliot pueda compararse en estos aspectos con Shakespeare y Dante.

Harold Bloom. Novelas y novelistas. El canon de la novela. Traducció d’Eduardo Berti. Páginas de espuma, 2012. P. 242-244.

* * *

Eliot no fue una gran estilista y estuvo más inmersa en la tradición filosófica que en la narrativa. Así y todo, su frecuente torpeza como autora es olvidada y sus dudas a la hora de narrar no importan demasiado. Ni siquiera lamentamos su absoluta falta de sentido cómico, la cual, de todos modos, nunca se volvió muy en su contra. (…) Eliot es en definitiva una ineludible moralista que retrata con precisión nuestra incomodidad con la cultura y sopesa sin remordimientos la economía de la psique y de sus combates.

Ibídem, P. 228.

Cap comentari:

Publica un comentari a l'entrada