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Cuando aquel cliente vino a pedir La oreja cortada de Hegel y Débora, rápida como el rayo, le alcanzó La oreja rota, de Hergé, una aventura de Tintín, todos felicitamos su capacidad deductiva. De ahí que no me pude aguantar y lancé mi filípica acerca de lo bueno que resulta que un librero sea capaz de obturar los agujeros de la memoria de un cliente y reconstruir su deseo verdadero a través de los elementos que exponga.
Y fue así que cuando aquel moreno vino a pedir un libro escrito por cierto adorador de Alá, llamado Cide Hamete Benengeli, verdadero creador de las aventuras de Don Quijote, mi empleado lo pensó y gozoso volvió con El halcón maltés, de Dashiell Hammett.
Héctor Yánover, librero establecido. Memorias de un librero escritas por él mismo. Anaya & Mario Muchnik, 1994. P. 192.
Un minut de silenci en record de la jove (i poc bregada en el cos a cos de la lectura pública) bibliotecària, a qui un adolescent demana si té alguna cosa d'en Jómer i ella, entusiasta, li va a buscar un llibre dels Simpson, i el noi, dubtós, "m'han dit que ha de ser escrit per en Jómer". Llavors, la bibliotecària veterana, la mar de divertida amb el quadre escènic, diu: Porta-li l'Odissea.
ResponEliminaUns quants anys després, tretze, per a ser exactes, la ja no tan jove bibliotecària té les mans trencades en això de la traducció simultània, i quan l'adolescent de torn li demana El soldado de la mina, no dubta ni un instant en oferir-li la novel·la de Javier Cercas.
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