Siempre ha habido libros. A lo largo de mi destartalada existencia, han sido la única constante. Incluso Sutton, mi amigo más íntimo, había exclamado en alguna ocasión:
-¿A qué viene esa puta manía de la lectura, tío? Antes eras policía, joder.
O sea, lógica irlandesa en su más alta expresión.
Se lo dije entonces y un millón de veces desde entonces:
-La lectura me transporta.
A lo que él respondió con su franqueza habitual:
-Gilipolleces.
Como ya he dicho, mi padre trabajaba en los trenes. Le encantaban las novelas del Oeste. Siempre llevaba un maltrecho volumen de Zane Grey en su chaqueta. Luego empezó a pasármelas. Mi madre decía:
-Le vas a convertir en un mariquita.
Cuando ella no podía oírle, él susurraba:
-No hagas caso a tu madre. Tiene buena intención. Pero tú sigue leyendo.
-¿Por qué, papá?
No es que tuviera intención de dejarlo, ya estaba enganchado.
-Te dará opciones.
-¿Qué son opciones?
Aparecía en sus ojos una mirada ausente y entonces decía:
-Libertad, hijo.
Por mi décimo cumpleaños me regaló un carné de la biblioteca. Mi madre me regaló un palo de hurling. A menudo utilizaba ese mismo palo para darme la gran paliza.
El carné de la biblioteca era un “salvoconducto”. En aquellos tiempos, la biblioteca estaba situada en el edificio de los Juzgados. Los libros arriba, los juzgados abajo. Cada vez que iba por allí, miraba a los policías con respecto reverencial. Ambos hilos de mi vida han estado entrelazados.
Lo uno llevó literalmente a lo otro. He sido incapaz de liberarme de ambas influencias, cualesquiera que hayan sido las circunstancias de mi vida.
Empecé con Robert Louis Stevenson, Richmal Crompton, los Hardy Boys. Con toda seguridad habría continuado de forma desordenada y con el tiempo habría perdido el interés, de no haber sido por el director de la biblioteca en aquella época, Tommy Kennedy. Un hombre alto y delgado con aspecto de estar en otro mundo. En mis primeras visitas echaba un vistazo a mi selección, decía “mmm...” y les plantaba el sello.
Un martes especialmente húmedo y oscuro, se me acercó y dijo:
-Creo que ha llegado la hora de organizar tu lectura.
-¿Por qué?
-¿Quieres aburrirte?
-No.
Me hizo empezar por Dickens. Poco a poco me introdujo en los clásicos como quien no quiere la cosa. Siempre de forma discreta, haciéndome creer que la elección era mía.
Más tarde, cuando los tornados de la adolescencia lo pusieron todo patas arriba, me presentó la novela policiaca. Me hizo seguir leyendo.
También ponía aparte una serie de libros y luego me daba un paquete con
poesía
filosofía
y el anzuelo:
novelas policiacas americanas.
Para entonces me había convertido en un bibliófilo en el verdadero sentido de la palabra. No solamente me encantaba leer, es que además me gustaban los libros como tales. Había aprendido a apreciar el olor, la encuadernación, la impresión, el tacto físico de los volúmenes.
Mi padre me había construido una gran estantería, y yo había aprendido a colocar los libros por orden alfabético y por categorías.
También me iba volviendo un salvaje. Jugaba al hurling, bebía sidra, apenas asistía a la escuela. Pero al volver a casa contemplaba mi biblioteca con el corazón enfebrecido.
Precisamente porque me entusiasmaba el aspecto y el tacto de un volumen, empezaba a leerlo. Así fue como empecé a conocer la poesía. Nunca me la encontraba en mi vida, pero siempre estaba al alcance.
No le contaba ni una puta palabra de todo esto a ningún otro ser humano. Si mencionas la palabra poesía en nuestra calle, es como si perdieras cojones.
Ken Bruen. Maderos. Traducció d' Antonio Fernández Lera. Témpora, 2005. P.103-107.
Hola!
ResponEliminaBen trobada l´etiqueta "llegir als llibres"
M´ ha agradat, i no en sabia res de l´autor Ken Bruen.
Sobre llegir poesia diré que hi ha moltes autores, per tots els gustots, i tots els nivells.
Sovint es busca la poesia en cites trascendentals.
Imma
En Bruen és cosa de lladres i serenos, però a lo bèstia, sense manies. I no vull dir que els crims siguin plens de budells i sang...no especialment, és infinitament més macabre i retorçat en Pierre Lemaitre, per exemple, vull dir que, dins el gènere, seria més aviat novel·la negra que policíaca. En fi, no sé què dic, ben mirat.
EliminaJa saps que no m’hi entenc, en això de la poesia. Però sé que hi ha gent que la busca no en idees ni en conceptes, sinó en la realitat material del món que ens envolta. Poesia del quotidià. I si no que li preguntin a en William Carlos Williams; els seus amics li diuen Carlos i prou, això sí que ho sé.