divendres, 12 de febrer del 2021

la mare en el punt de mira


GABRIEL RAMÍREZ
«El verano en que mi madre tuvo los ojos verdes»: Mirar a través de la locura
el Correo de Andalucía
12|11|2020

Este es uno de esos relatos que te abofetean y te sientan en el rincón de pensar; es una de esas novelas que te recuerdan que tienes dentro un buen montón de miserias que prefieres olvidar

Tatiana Tîbuleac nació el año 1978 en Chisináu, capital de la República de Moldavia. Y ha escrito una de las novelas más impactantes de los últimos años, «El verano en que mi madre tuvo los ojos verdes».
Una madre debería ser sagrada. Sin embargo, una madre, sobre todo, es una persona de carne y hueso. Con sus miedos, sus defectos, sus secretos, sus vicios, sus silencios y sus amores ocultos y prohibidos. Es este el asunto que articula la narración y el que inunda cada capítulo del libro. La maternidad, sus bondades y su zona más oscura (que la tiene).
Una de las cosas más originales de esta novela (por eso funciona tan bien entre los lectores) es que la figura de la madre nos llega filtrada por la mirada del narrador, de su hijo Aleksy, un hombre que conocemos a través de su propia consciencia que es la de un ser atormentado y loco como una regadera. No deja de ser un problema elegir un punto de vista tan extraordinario puesto que todo lo que cuenta un loco lo ponemos en cuarentena o pierde, directamente, credibilidad (¿Usted se cree lo que le cuenta el vecino del cuarto derecha; ese que esta como las maracas de Machín? En literatura esta pregunta es extrapolable). Pero Tîbuleac logra salir airosa del atolladero tirando del lector para trasladarle de un tiempo histórico del relato a otro (existe un presente que se termina construyendo con momentos pasados y algo desordenados) para que el lector se vea en la obligación de construir su propia versión. Normalmente, este tipo de cosas en literatura suelen ser un fiasco, pero la autora trabaja desde la honestidad y desde la autenticidad, desde la coherencia.
Recuerda mucho «El verano en que mi madre tuvo los ojos verdes» a dos joyas de la literatura europea.
A «Reencuentro» de Fred Uhlman en su estructura, en su forma de presentar la acción. Parece que en ambos relatos todo se ordena con la acumulación de cuadros que se explican unos a otros. La diferencia la encontramos en que el trazo es más fino en el caso de Uhlman puesto que controla mejor la imagen, no deja que la exageración se imponga. Tatiana Tîbuleac deja que se le vaya de las manos algún recurso, cosa que es normal en una primera novela.
Recuerda, también, a «El gran cuaderno» de Agota Kristof por la economía en el lenguaje, por su dureza, por su falta de compasión con todo y todos (incluidos los lectores), por su poética brutal y dolorosa.
La novela habla del amor, de la redención y de la expiación, del viaje al infierno que supone vivir, de la sorpresa que resulta ser la vida en sí misma. La novela habla de cómo una persona es capaz de distorsionar la realidad debido a su juventud, a sus odios, a su madurez o a sus enamoramientos más estúpidos y prescindibles. El libro habla, en realidad, de lo pequeños que somos y de lo poco que tenemos a mano para resistir y lograr salir adelante. Y sobre esos vehículos llegamos siempre ala maternidad como tema principal.
«El verano en que mi madre tuvo los ojos verdes» es una novela en la que la autora arriesga todo lo que es como persona (como madre, como escritora, como mujer...) y este tipo de libros funcionan muy bien puesto que carecen de compasión, de autocomplaciencia o de imposturas literarias.
La traducción de Marian Ochoa es deliciosa. Y este es un acierto más de la editorial Impedimenta que sigue sumando buenos títulos a su catálogo.


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