MERCEDES ESTRAMIL
La novela que Tatiana Tibuleac escribió en dos meses
El País (Uruguay)
16|8|2020
Un debut con trama sencilla, sensiblera y acumulación de tragedia. Así empezó Tatiana Tibuleac.
Hay debuts novelescos que sacuden, sea por su factura impecable, por una trama impactante, por un buen marketing que los catapulta. Ahí están El guardián entre el centeno (1951) de Salinger, Matar a un ruiseñor (1960) de Harper Lee, Las vírgenes suicidas (1993) de Jeffrey Eugenides o incluso Zonas húmedas (2008) de Charlotte Roche para dar cuenta de cuántas y misteriosas pueden ser las razones. La rumana Tatiana Tîbuleac ha ensayado también un debut con gancho pese a lo acaramelado y poco feliz del título: El verano en que mi madre tuvo los ojos verdes (2016). La trama es sencilla, sensiblera, con acumulación de tragedia: un artista inválido y millonario recuerda el verano de su adolescencia en el que su madre murió de cáncer y él, que la odiaba, aprendió a quererla. La ejecución y la estructura narrativa, sin embargo, justifican que Tîbuleac haya saltado del anonimato al reconocimiento luego de un primer libro de relatos (Fábulas modernas, 2014) y antes de una segunda novela (Jardín de vidrio, 2018).
El comienzo traza el perfil moral y afectivo del narrador y procura el shock: “Aquella mañana en que la odiaba más que nunca, mi madre cumplió treinta y nueve años. Era bajita y gorda, tonta y fea”. Potente en el desapego, el protagonista y narrador —Aleksy— despliega el relato en setenta y seis microfragmentos que alternan la narración cruda de hechos del presente o del pasado (la muerte de una hermana pequeña, el abandono paterno, la enfermedad de la madre, un viaje inesperado y reparador por el norte de Francia) con sentencias buscadamente poéticas: “los ojos de mi madre eran campos de tallos rotos”, “los ojos de mi madre eran mis historias no contadas”, “los ojos de mi madre eran cicatrices en el rostro del verano”, etc. Ese aliento lírico contrasta con la aspereza que procura dar el narrador nihilista, desencantado de todo, atrapado en un bloqueo creativo y una condición psiquiátrica ya crónica. El ángel del Holden Caulfield de Salinger sin duda pasa por ahí, pero no se queda.
El verano en que mi madre tuvo los ojos verdes promete más de lo que da, como si Tîbuleac no hubiera podido parar a tiempo el torrente emocional y se hubiera enamorado de él. Nacida en Moldavia en 1978, con porte de modelo,Tîbuleac es licenciada en literatura rusa y trabajó como reportera de televisión. Asegura haber escrito la novela en dos meses, confesión que tanto avala la pasión con que la encaró como los deslices que no evitó.
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