dimarts, 2 de maig del 2023

llegir no és natural


Leer no es algo natural. Menos aún lo es el gusto por la lectura, el deleite por los libros o la literatura.  Por eso la ingenuidad de las campañas de lectura que apelan a mejoras personales intangibles no pueden tener la más mínima repercusión sobre la predisposición de personas que no han recibido herencia o refuerzo cultural alguno. Y si ya resultaba difícil persuadir a los no lectores del provecho de la lectura en un campo cultural donde predominaba la presencia de los libros como referente indiscutible, más aún lo es hoy en un campo cultural absolutamente fragmentado en el que los libros han pasado a ocupar un lugar periférico y en el que las jerarquías instituidas por aquellos mismos que estaban interesados en que existieran categorizaciones claras han desaparecido.

[...] ¿No deberíamos preguntarnos, en cambio, sobre cómo son producidos los lectores, cómo son seleccionados, cómo son formados, para tener la ocasión de generalizar esas condiciones de posibilidad a los demás? ¿En qué y cómo las condiciones sociales de formación de lectores afectan a su lectura de los textos que exponen como canónicos y que dan como referencia ineludible? ¿No hemos convertido la lectura, solamente, en un acto ritual del humanismo académico desligado de los anhelos e intereses reales de aquellos que de verdad la necesitarían? Como escribía César Rendueles en una autocrítica paródica que desvelaba el quid de la cuestión, «la gente que nos dedicamos a la filosofía somos un gremio menesteroso. Demasiado flacos o gordos, más tapados que vestidos y con habilidades sociales cuestionables. ¿Para qué servimos? Lo único que se me ocurre es que servimos para leer. Escribimos raro. Bastante mal, en realidad. Somos pedantes y básicamente incomprensibles. Pero leyendo os meamos».

Quizá deberíamos aprender a mear todos juntos.


Joaquín Rodríguez. La furia de la lectura. Por qué seguir leyendo en el siglo XXI. Tusquets, 2021. P. 203-206.

 

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