INSTRUCCIONES DE USO
En primer lugar, apoye el libro sobre una superficie firme para no tener que sostener en la mano esta novela mastodóntica mientras lee, pues estamos hablando de un libro de mil quinientas páginas, que pesa como el plomo y puede producir daños en las articulaciones. Antes de comenzar tome la reseña que se adjunta sujetándola entre el dedo pulgar y el índice, retire estas páginas que hablan de «la obra en prosa más grande de este siglo» y se refieren a su autor como «el Homero de nuestra época», rásguelas y arrójelas a la papelera para evitar que esta publicidad estridente y exagerada despierte en usted unas expectativas irreales, absurdas. A continuación siéntese en un fauteuil (porque leer esta novela le llevará su tiempo), ármese de paciencia, recuerde que ha de ser ecuánime en sus juicios (porque se va a enfadar) y póngase manos a la obra.
GÉNERO
¿Una novela? No, nada de eso. Es más bien un aquelarre de la inteligencia, un gigantesco capricho, una grandiosa Noche de Walpurgis, una obra genuinamente cerebral. Una película montada a patir de situaciones, de estados psíquicos, que discurre a toda velocidad, a un ritmo endiablado, cruzando como una centella los misteriosos paisajes del alma, llena de detalles geniales e ingeniosos, con una fuerza arrebatadora, una ocasión para poner en duda absolutamente todo, para pensarse las cosas dos y hasta tres veces, suma, mezcla y cruce de todas sensaciones, una orgía psicológica, un relato con una técnica innovadora que nos permite ver la realidad a cámara lenta, congelar el movimiento de los átomos que se agitan sin cesar. Un tarantela del inconsciente, un cúmulo de pensamientos encadenados que giran en furioso remolino, arrastrando consigo todo lo que se cruza en su camino, lo más sutil y lo más banal, lo fantástico y lo freudiano, la teología y la pornografía, el lirismo y la zafiedad de un cochero; un caos que no es fruto de un sueño descabellado, que no ha sido concebido por un cerebro como el de Rimbaud, ofuscado, demoníaco, ebrio de alcohol, sino por el de un intelectual agudo, irónico, incluso cínico, que lo utiliza como un instrumento para reflejar la complejidad de la existencia. El lector está expuesto a toda clase de estímulos. Unas veces deja escapar un grito de alegría, otras se enfada, se deprime, se cansa o siente que le zarandean para que se despierte. Al final acaba tan mareado como quien se pasa diez horas subido a un carrusel o escucha música sin parar, el deslumbrante sonido de las flautas, la percusión más machacona o el ritmo imparable de una banda de jazz; así es la prosa de James Joyce, música con palabras, música moderna, una de las más refinadas orgías lingüísticas que nadie haya emprendido jamás en ninguna lengua. Hay algo heroico en este libro, que, por otra parte, no deja de ser una parodia del arte y de la literatura. En suma, un auténtico aquelarre, una misa negra en la que el diablo se burla de nosotros imitando al Espíritu Santo, haciéndose el inocente; algo único, irrepetible, rabiosamente actual.
[...] En realidad, cualquier comparación que se establezca supone un problema, porque estamos ante un fenómeno único, James Joyce es un hito en la historia de la literatura sin vínculos ni con el pasado ni con el presente. Y, al no emparejarse con nadie, es muy probable que no engendre descendencia. [...] Una obra para la que no es tan importante crear un mundo literario como alumbrar un nuevo lenguaje. Sea como sea, nadie puede negar que este libro, un capricho genial, seguirá siendo una rareza sin relación alguna con el resto de la novelística, el único modo de que llegase a tener un efecto fructífero. Con el paso del tiempo terminará ocupando el lugar que se merece, pero nunca se desprenderá de ese misterioso hermetismo que lo elevará y lo convertirá en una obra venerable. En cualquier caso, pido desde hoy respeto para esta novela apasionada, provocadora e inigualable. ¡Respeto, respeto para James Joyce!
Stefan Zweig. «Notas sobre Ulises, de Joyce». A: Encuentros con libros. Traducció de Roberto Bravo de la Varga. Acantilado, 2020. P. 228.
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