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Glenn Gould amb el seu gos Nick. |
Un día en que se ejercitaba al piano, el joven Glenn Gould —contaba a la sazón catorce años— hizo un descubrimiento memorable. La asistenta que estaba limpiando la habitación puso de repente el aspirador en marcha, muy cerca del piano. El ensordecedor ruido mecánico obliteró de inmediato el sonido de la música, pero, para gran asombro del pianista, esta situación no le resultó en absoluto desagradable. Dejó de oír lo que interpretaba; en cambio, le resultó de repente posible seguir su música desde el propio interior de su cuerpo, gracias a una conciencia más aguda de sus gestos; y toda su experiencia de la ejecución adquirió otra dimensión, a la vez más física y más abstracta: la fuga que estaba interpretando se veía transmitida directamente de sus dedos a su cerebro.
Posteriormente, él mismo describió el fenómeno:
«Por supuesto, continuaba sintiendo: podía experimentar esa relación táctil con el teclado que tan rica es en asociaciones acústicas; y también podía imaginar los sonidos que yo producía, incluso sin oírlos. Pero lo extraño es que esta nueva forma de música me pareció de repente superior a todo cuanto había precedido a la intervención del aspirador, y los pasajes en los que yo no podía ya oír el menor sonido me parecían los mejores.»
Simon Leys. La felicidad de los pececillos. Cartas desde las antípodas. Traducción de José Ramón Monreal. Acantilado, 2011. P. 109.
Me'n vaig a escoltar les Variacions Goldberg a càrrec d'en Gould... quina meravella de gravació! Li van dir de tot per cantussejar la melodia mentre tocava, però a mi m'entusiasme sentir aquest so humà amagat entre el piano...
ResponEliminaVaig a buscar les meves; em fa que, si parem prou atenció, hi trobarem un gos amagat!
ResponEliminaCom ja deveu saber Gould era sinestèsic i, per cada nota, veia un color.
ResponEliminaSip.
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