Michael Davies fent de Peter Pan i J.M. Barrie de Hook, l'agost de 1906. (La fotografia pertany a la col·lecció personal de Daphne Du Maurier, neboda de la Sylvia Llewellyn Davies). Font: JM Barrie. |
EL JARDÍN DE PETER
Los parques son el gran éxito del suroeste de Londres. Hay muchos en la ciudad, pero, salvo Regents y el distinto, distante e inmenso Richmond, ninguno resiste la comparación con el dúo Hyde Park-Kensington Gardens.
[...] Si hubiera que elegir, yo me quedaría con Kensington Gardens. Probablemente porque en los jardines transcurre la historia de Peter Pan, el héroe imposible cuya estatua se alza junto a la Serpentine.
La historia puede comenzar en un banquete de Nochevieja, el que despedía el año 1898. Sylvia Llewellyn Davies, hermosa como se costumbre, un poco gruesa por el embarazo, se sentó a la izquierda de su circunspecto esposo. Junto a ella, al otro lado, tomó asiento un caballero bajito y de aspecto aniñado que no le era del todo desconocido. Resultó ser un tal James Matthew Barrie, escocés, periodista y aspirante a escritor. Como los Davies, vivía en Kensington: ellos residían cerca de Bayswater, en el 31 de Kensington Gardens, una hermosa mansión de estuco victoriano cuyo aspecto exterior es exactamente el mismo hoy que entonces; él acababa de alquilar un apartamento en el 133 de Gloucester Road, hoy un bonito cottage. Y alguna vez se habían cruzado por el parque, ella con sus niños, él con su san bernardo Porthos.
Intimaron durante aquella cena, y a las 12 brindaron alegremente por un feliz 1899. A ella había de traerle un nuevo hijo, al que de ser chico —sería ya el tercero— bautizaría con el nombre de Peter. Barrie había de publicar su primer libro, una recopilación de cuentos escoceses que pensaba titular Auld licht idylls. Un brindis por Peter. Un brindis por los cuentos.
Barrie se acostumbró a acompañar a Sylvia en sus paseos por Kensington Gardens, y estableció una estrecha, compleja y duradera relación con los Davies, hasta el punto de ser nombrado tutor de los niños en el caso de que la pareja muriera. El hijo mayor de Sylvia, George, con cuatro años, se encariñó de inmediato con aquel señor capaz de mover las orejas y muy bien informado sobre ciertos piratas y sobre las hadas y duendes que, en secreto, vivían en el parque. Barrie mantuvo toda su vida una devoción profunda y atormentada hacia el pequeño George: sólo en su diario íntimo fue capaz de insinuar una pulsión pedófila que nunca se tradujo en hechos.
[...] Arthur Davies falleció en 1906. Barrie se hizo cargo, económicamente, de Sylvia y de los niños. En 1910 murió también Sylvia y el escritor se quedó a solas con unos muchachos que crecían y abandonaban uno a uno el hogar. Georges murió en 1915, a los 22 años, en una trinchera de la Primera Guerra Mundial. Se le encontró en el bolsillo una carta de Barrie con noticias de Peter Pan. El otro Peter, Peter Llewellyn Davies, quedó inválido poco después de una herida de guerra. El más pequeño de los Davies, Michael, se ahogó en 1921. J.M. Barrie murió el 19 de junio de 1937.
Quedan Peter Pan y los jardines.
Enric González. Historias de Londres. RBA, 2007. P. 33-38.
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RODRIGO FRESÁN. «El hombre que sería niño». El País. 30 MAR 2002.
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