diumenge, 26 de setembre del 2021

escriure sobre nens i no ser pare


«Cualquiera que haya escrito alguna vez una novela, un cuento o un poema y haya tenido ocasión de conversar sobre su obra con un lector entusiasmado o simplemente interesado, conoce la sensación de incomodidad que producen los intentos del lector de descubrir las conexiones que vinculan el relato con una supuesta «fuente», como modo de iluminar los procedimientos que transforman la vida en arte, o bien de reducir un acto de creación a algún problema de diseño industrial.
En mi caso, con frecuencia esta investigación se centra en el poderoso tema de los niños y, de modo más acusador, en cómo puedo yo escribir sobre ellos en tal o cual sentido sin tener ni haber tenido nunca un hijo.
Con frecuencia, a mi interlocutor ocasional le resulta sorprendente que pueda escribir de modo convincente sobre niños; aunque la mayoría de las veces la sorpresa no se expresa como halago, sino con un desconfiado tono de sospecha cuyo espíritu es que o bien tengo hijos (en otro condado, tal vez) y me niego a reconocerlo, o bien es forzoso que alguien con autoridad en la materia se avenga a examinar de cerca mis pequeñas invenciones para garantizar que son en realidad tan acertadas como parecen.
Por mi parte, procuro sentirme feliz ante tales cuestionamientos. Después de todo, un extraño ha leído o parece haber leído al menos una parte de alguno de mis libros y haberse conmovido, por lo que le estaré siempre agradecido. Con la misma facilidad, también él o ella pudo haberse conformado con ver Seinfeld. Y en la mayoría de los casos me limito a tratar de sonreír, de reír entre dientes y balbucear algo en el sentido de que yo también fui niño, y si esto no funciona digo algo sobre la cantidad de niños que hay por doquier para observar y estudiar y que mi oficio jamesiano consiste en ser un buen observador. Finalmente, si todo esto sigue siendo insuficiente, digo que si tan difícil fuera escribir sobre niños, yo sería el menos capacitado para hacerlo, pues no soy más listo que el resto de la humanidad.
[...] A veces, si me siento presionado o molesto, estoy a punto de decir directamente: Estos pequeños cabrones son invento mío. Eso es todo. Demándeme si quiere. Pero casi siempre una extraña contención me devuelve a mis explicaciones anteriores. Simplemente hay en mí cierta delicadeza que me impide decir:«Estos personajes son inventados; es imposible seguir sus huellas como la de los conejos hasta sus madrigueras. No se los encontrará ahí ocultos.» Es como si defender la invención y su frágil y maravillosa eficacia fuera poco delicado, poco elegante...»

Richard Ford. Flores en las grietas. Autobiografia y literatura. Traducció de Marco Aurelio Galmarini. Anagrama, 2012. P.187-188.

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