divendres, 14 de febrer del 2020

classificació afectiva


Un libro que no se encuentra, suele decir la gente, es un libro que no existe. Pero es peor que eso.
Tenía un viejo mueble de caoba, como el de las antiguas oficinas, con cierre corredizo y cajones donde agrupaba las fichas, igual que en las bibliotecas públicas. Veinte mil volúmenes no se ordenan así no más. Hace falta tener un estricto respeto por el orden, un respeto casi sobrehumano, le diría, y un método, un tiempo dedicado a la infeliz tarea de catalogar obras cuyo significado es bien distinto a los números que la identificarán. Pero ahí pondrá el título, el autor, y el breve resumen que tiene para usted, un significado único.
[...] Cuando se tiene una biblioteca como la de Bauer el fichero es imprescindible.
Su fichero estaba atrasado, creo que demasiado. Yo no creía que fuese a lograrlo, pero al cabo de unos meses me dijo que lo tenía prácticamente resuelto. "Lo peor de todo", me comentó, "lo que más trabajo me lleva, es el tema de las afecciones."
Fue la primera señal de que algo no marchaba bien. Aquí mismo, donde está sentado usted, una tarde me explicó el trabajo que le llevaba no juntar sobre un estante dos autores peleados. No se atrevía a colocar un libro de Borges al lado de uno de García Lorca, por ejemplo, a quien el argentino calificó de "andaluz profesional". Tampoco una obra de Shakespeare junto a otra de Marlow, dadas las insidiosas acusaciones de plagio entre los autores, aunque eso lo obligara a no respetar los números seriados de cada volumen en su colección. Tampoco, desde luego, un libro de Martin Amis y otro de Julian Barnes, luego que los dos amigos se pelearon, o ubicar a Vargas Llosa junto a García Márquez.
[...] Insistía en que los libros afines merecían permanecer agrupados bajo otro orden que el de la vulgaridad temática.
"Durante siglos hemos utilizado un sistema pedestre", dijo entonces, "insensible al orden real de las afecciones. Quiero decir que Pedro Páramo y Rayuela son dos obras de autores latinoamericanos, pero para seguir el camino de una es necesario ir a William Faulkner y la otra nos lleva a Moebius. O para decírtelo de otro modo: Dostoievski acabó siendo más afín a Roberto Arlt que a Tolstoi. O para insistir, Hegel, Victor Hugo y Sarmiento merecen estar más juntos que Paco Espínola, Benedetti y Felisberto Hernández".
Nunca logré visualizar cómo era el sistema de clasificación de Carlos porque debí internarme para someterme a una operación y dejé de verlo por varios meses. Pero amigos comunes me pusieron al tanto de que trabajaba en su fichero, dedicaba muchas horas al estudio de las matemáticas complejas y, para asombro de la mayoría, advertían en él no sólo signos de agotamiento, también de locura...

Carlos María Domínguez. La casa de papel. Mondadori, 2007. P. 62-66.

2 comentaris:

  1. Fora aquesta una ordenació vagament semblant a la de l'Institut Warburg.

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    1. Sí hi fa pensar en allò de l'Atlas Mnemosyne. En vam parlar aquí.

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