Son famosos los casos de escritores reconocidos que, quizá cansados de vivir debajo de sus propios nombres, deciden salir de ahí para ver qué pasa. Como una manera de ocultarse de sí mismos, ejecutan una suerte de antiplagio, es decir, lo opuesto al plagio: en lugar de tomar un texto de otro y presentarlo como propio, ofrecen uno propio como si fuera ajeno.
Doris Lessing lo hizo antes de ser Premio Nobel. Sintió que la publicaban por el prestigio que se había ganado y no por el valor intrínseco de sus nuevas obras. Escribió una novela y la envió, firmada con seudónimo, a varias editoriales. La rechazaron todas. Autores supervendedores como Stephen King y J.K. Rowling vivieron experiencias parecidas: sus libros publicados con nombre falso pasaron inadvertidos (hasta que se supo que eran suyos). El periódico Sunday Times hizo el experimento de enviar a más de cuarenta editoriales y agentes literarios dos fragmentos de novelas ganadoras del premio Booker: In a Free State, de V.S. Naipaul, y Holiday, de Stanley Middleton. Solo obtuvieron una respuesta positiva: a una agente le interesó la obra de Middleton. Para Naipaul, otro Nobel, fueron todos rechazados.
Cristian Vázquez. Contra la arrogancia de los que leen. Trama, 2018. P. 88.
_________________P.S.: La meva impostura favorita la va protagonitzar Romain Gary amb el pseudònim Émil Ajar. Us en vaig parlar aquí. N'hi ha per a sucar-hi pa.
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