El acto primario de recorrer la página con los ojos no es un proceso continuo y sistemático. Normalmente tenemos la impresión de que, cuando estamos leyendo, nuestros ojos avanzan con fluidez, sin interrupciones, a lo largo de las líneas de una página y que, cuando leemos escritura occidental, por ejemplo, nuestros ojos van de izquierda a derecha. Esto no es cierto. Hace un siglo, el oftalmólogo francés Émile Javal descubrió que, en realidad, nuestros ojos realmente saltan como pulgas por la página; esos saltos o tirones ocurren tres o cuatro veces por segundo, "barriendo" unos 200 grados por segundo. La velocidad del movimiento del ojo a través de la página —pero no el movimiento mismo— interfiere con la percepción, y tan sólo leemos en realidad durante la breve pausa entre movimientos. El porqué de que nuestro sentido de la lectura esté relacionado con la continuidad del texto sobre la página o sobre la pantalla, asimilando frases o pensamientos completos, y no con el movimiento real, a saltos, de los ojos, es un problema que los científicos no han logrado aún resolver.
Alberto Manguel. Una historia de la lectura. Traducció de José Luis López Muñoz. Alianza, 1998. P. 54.
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