Esta mañana vi, en un banco del Parque Intercomunal, a una mujer leyendo. Me senté enfrente para verle la cara y fue imposible. El libro absorbía su mirada y por momentos creí que ella lo sabía. Que alzar el libro de esa manera —a la estricta altura de los ojos, con ambas manos, con los codos apoyados en una mesa imaginaria— era su forma de esconderse.
Vi su frente blanca y el pelo casi rubio, pero nunca sus ojos. El libro era su antifaz, su preciada máscara.
Sus dedos largos sostenían el libro como ramas delgadas y vigorosas. Me acerqué en un momento lo bastante como para mirar incluso sus uñas cortadas sin rigor, como si acabara de comérselas.
Estoy seguro de que sentía mi presencia, pero no bajó el libro. Siguió sosteniéndolo como quien sostiene la mirada.
Leer es cubrirse la cara, pensé.
Leer es cubrirse la cara. Y escribir es mostrarla.
Alejandro Zambra. Formas de volver a casa. 11a ed. Anagrama, 2023. P. 66.
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