dijous, 28 de desembre del 2023

la lectora submisa

 


La lectora sumisa es un cuadro de Magritte, muy simple y a la vez complejo, como todos los suyos: una mujer, con la vista fija en un libro que tiene en la mano, se echa hacia atrás con cara de espanto. No hay nada más. El fondo es liso. El título "natural" sería La lectora horrorizada, y nos haría pensar qué contiene ese libro, del que solo vemos que es un libro. El terror es una emoción insólita en la representación pictórica de la lectura. La sumisión, cercana a las convencionales concentración o ensoñación, parece más normal —pero no es el caso de esa mujer erizada y desorbitada de miedo—. Duchamp dijo que el título es "un color más" en un cuadro. Magritte hizo con ese "color más" en un cuadro. Magritte hizo con ese "color más" unos contrastes intrigantes. A veces, casi siempre, en tono de broma surrealista, a veces creando juegos de sentido de persistente ambigüedad. El más famoso, claro está, es el tan comentado Esto no es una pipa, en el que el título invade el cuadro, o directamente es el cuadro. La lectora sumisa me ha suscitado (y supongo que no solo a mí) una cierta perplejidad.
¿Por qué es sumisa esta lectora de Magritte? ¿Porque se aterroriza con un cuento de terror? No sabemos qué está leyendo. Pero conociendo a Magritte podemos sospechar una antífrasis; quizás está leyendo algo bucólico, feliz, un poema de amor o un divertido cuento de Saki...
Sea como sea, ¿qué hace sumisa o insumisa a una lectora? (Mantengo el femenino para seguir dentro del cuadro). La sumisión de la lectora, o su insumisión, se refiere a su entrega a lo que lee. A la "suspensión momentánea de la incredulidad", según la célebre fórmula de Coleridge. La lectora se olvida de sí misma, y vive vicariamente la vida que le propone el autor del libro. La lectora sumisa de Magritte ha puesto cara de horror como si tuviera un monstruo frente a ella, cuando solo tiene un libro. En el libro debe de haber un monstruo; la realidad se ha suspendido (la realidad es básicamente incredulidad) y es remplazada por la lectura...Pero el asunto de un libro es apenas uno de los amos a los que se somete (o no) una lectora. Otro es el juicio crítico, o el gusto, es decir la calidad literaria de lo que está leyendo. De hecho, la eficacia con la que el tema puede actuar sobre la psiquis lectora depende de lo bien o mal que el autor haya hecho su trabajo.
Aquí quizás estoy apartándome de Magritte. En su cuadro él pudo estar pensando en una lectora ocasional, que precisamente por no tener el hábito de la lectura, por hacerlo sin método, sin verdadero interés, sin conocimientos de literatura, apenas como pasatiempo de una tarde de lluvia, se entrega ingenuamente a lo que lee. Una lectora asidua también puede entregarse en cuerpo y alma; de hecho, lo hará si sabe lo que le conviene; y lo sabe porque lo ha aprendido leyendo. Pero en su caso su entrega está supeditada a la calidad que encuentra en el libro. Solo suspenderá momentáneamente la incredulidad si antes, o durante el proceso, ha decidido que el libro es bueno; su honor de lectora no le permite otra cosa.
Este mecanismo del juicio actúa siempre; la lectora más ingenua, la más ocasional, se someterá al hechizo de la susodicha suspensión si para ella el libro es bueno. La diferencia es que ella nunca podrá saber si el libro la atrapa porque es bueno, o si ella decide que es bueno porque la ha atrapado. Y la misma sospecha puede afectar a la más culta de las lectoras. Este nudo se desata en la insumisión. Porque esta es cuestión exclusivamente del juicio, de la crítica. Y aquí (a esto quería llegar con toda esta larga y sinuosa introducción) se produce una curiosa reversión de sumisa a insumisa y viceversa.
La lectora exigente, perspicaz, discriminadora, afirma su independencia de juicio declarando que el libro que tiene entre manos es malo. Y puede dar los motivos; por ejemplo, si es una novela, el autor no terminó de redondear la psicología de los personajes, dejó episodios "en el aire" sin el debido desenlace, dejó a la vista sus intenciones, el final es apresurado...
Ufana de su insumisión, gratificada con la superioridad inherente a la emisión de un juicio, esa lectora no advierte que está siendo sumisa, y en sumo grado, a parámetros de gusto y de juicio recibidos. En su reverencia tácita a los valores establecidos, está obedeciendo a hábitos y convenciones. ¿Y si el autor de ese libro entendió que la literatura es una permanente transmutación de valores? ¿Que lo que da valor al trabajo de escribir es crear nuevos valores, que desde la perspectiva de los viejos valores se verán como defectos? Quizás pensó que ya habíamos tenido suficientes personajes psicológicamente redondeados, y episodios culminando en el buen desenlace, intenciones discretamente ocultas, majestuosos finales satisfactorios...y quiso hacer algo distinto. Al fin de cuentas, "hacer algo distinto" es el alfa y el omega de la honestidad del artista.
Y al revés, entonces, la sumisión de la lectora al artista creador será el primer paso de su liberación de los valores recibidos. Claro que nada asegura, todo lo contrario, que el libro que tiene entre manos sea obra de un artista de verdad. De hecho, un libro que rompa las convenciones y establezca en su lugar un nuevo paradigma es casi tan raro como un milagro. Pero no puede descartarse su existencia.
La expresión de horror de la lectora sumisa de Magritte me sugiere, seguramente solo a mí, esta intrincada dialéctica del juicio.

César Aira. «Sumisa, insumisa». La ola que lee. Artículos y reseñas 1981-2010. Random house, 2021. P. 320-323.


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