dilluns, 22 de febrer del 2021

una certa idea de món


Hace diez años cambié de ciudad. ¿Y a mí qué?, diréis. Pues que allí dejé todos los libros que había leído hasta entonces para entrar en una casa en la que no había ni un solo libro mío. Con lo que ahora, aquí dentro, hay diez años de libros míos, mis últimos diez años. Los tengo colocados uno al lado del otro, no en orden alfabético o por tipología, sino según el orden en que los he ido abriendo (un sistema que, por cierto, recomiendo; en noches de aburrimiento, te pones a mirar los lomos y, echándole ganas, es como si revivieras fragmentos de tu propia vida, basta dejar que te vuelva la sensación de aquella vez que los tuviste entre las manos; y vuelve, vaya si vuelve). Esta es la razón por la que soy capaz de decir, con cierta exactitud, cuáles son los cincuenta mejores libros que he leído en los últimos diez años. Algo más difícil sería explicar por qué he decidido dedicarle un artículo a cada uno de ellos. Entregando uno a la semana, cada domingo, durante un año.

Para que otros también los lean, diría yo. Pero hay algo más. Por lo pronto me apetece hablar de libros en un momento en el que ya no parece tan importante contarse cuáles son buenos y cuáles no, discutir un poco, tomar partido. Resulta más fácil hacerlo hablando de cine o de política. Y sin embargo ahí están siempre los libros, a miles, y ahí siguen, exponiendo una sociedad de placeres pacientes que, silenciosamente, contribuye al desarrollo de la inteligencia y de la fantasía colectivas. Todo lo que se pueda hacer para dar relevancia a esta apacible liturgia, que se haga. Y aquí estoy yo, cumpliendo con la parte que me corresponde.

Pero al final hay otra razón, que para mí es incluso más importante y que he tratado de resumir en el título de este proyecto que ha durado un año. Una cierta idea de mundo. El hecho es que me resulta cada vez más difícil expresar lo que veo cuando miro a mi alrededor; y concentrarme solo en una parte de este gran espectáculo no parece llevar muy lejos, uno acaba topándose con tecnicismos que enfocan el detalle pero pierden de vista el conjunto que lo integra, que es lo que en realidad importa. Por otra parte, ¿cómo puede uno estar callado con todo lo que pasa alrededor? Con mayor razón si eres alguien que se gana el pan trabajando con la inteligencia y el gusto. Es un lujo que no te puedes permitir. Y después me viene a la mente una cosa que he aprendido de los más mayores: si quieres saber lo que piensan del mundo, simplemente déjales hablar de lo que conocen y aman de verdad. (Pregúntales cómo se imaginan el Paraíso si quieres saber qué piensan de la vida; no sé quién lo dijo, pero es cierto.) Yo tengo dos o tres cosas que conozco a fondo y que amo con locura. Una de ellas son los libros. Un día se me ocurrió la idea de que si me ponía a hablar de ellos, de uno en uno, solo de los buenos, sin hacer nada más que eso, se me ocurrió que de ahí podía surgir una cierta idea de mundo. Con muchas posibilidades de que fuera la mía.

Así que aquí estoy. Quisiera solo puntualizar que habrá un poco de todo, novelas, ensayos, tebeos, libros recién publicados, textos quizás ya fuera de catálogo, basta que tengan forma de libro. Y quisiera también recordar que no son los cincuenta mejores libros de mi vida, eso sería otra cosa, una especie de Canon personal que nunca se me ocurriría realizar; estos cincuenta son fruto de la casualidad, de lo que por azar he leído en un período de mi vida, solo eso. Para que nos entendamos, no estará Viaje al fin de la noche (ese lo leí cuando tenía veinte años). Ni Anna Karénina (que me reservo para alguna larga convalecencia, deseando entonces no tener que leérmelo nunca). Simplemente he elegido los mejores cincuenta libros de entre los que he leído recientemente, de los que hablo con los amigos cuando terminamos las discusiones sobre cine y política. Se merecían algo más.


A.B., noviembre de 2012



Llegiu també:

Una cierta idea de mundo. Enric de Balanzó. Blog de l'Escola de Llibreria.


14 comentaris:

  1. Vull dir un parell de coses. D'entrada, un advertiment: us en fareu un tip, de llegir fragments d'aquest llibre de Baricco. M'està encantat.

    De sortida: estic emprenyada com una bèia, o empipada com una mona, per buscar un símil mamífer. Resulta que a l'exemplar que estic llegint, que és de la biblioteca, li falten 21 pàgines. I no és perquè un amable lector les hagi mutilades (aquestes coses passen), sinó perquè està mal editat. M'han tallat el rotllo just quan Baricco parla de Klaus i Lucas de la Kristof. Grrr!

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  2. T'hai fet cas. L'acabo de comprar. També és cert que no fa gaire vaig llegir el seu assaig sobre els bàrbars e mi ha piaciuto tanto.

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    1. Has comprovat que no li faltin pàgines?

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    2. No ho diguis a ningú: l'he comprat en italià. M'arriba un dia d'aquests.

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    3. No si, al final, entre una cosa i altra, acabarem parlant italià...

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    4. Jo em pensava que el parlava fins que vaig arribar al quart vers de la Comèdia.

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    5. Ara m'has fet pensar en un llibre estupendo de l'Enric González: Historias de Roma...Hi havia un fragment a propòsit de l'italià, crec recordar. Aviam si el trobo.

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    6. Lo primero, en cualquier parte, es el idioma. Oh, el italiano es muy fácil, se pilla enseguida, dirá el lector. Le doy la razón, con reservas, si el objetivo se limita a pedir una puttanesca en el restaurante. Más allá, la ignorancia de la lengua italiana entraña enormes peligros. No hay nada más proceloso que deducir una lengua que se desconoce, pero resulta familiar. Ya saben, los temibles «falsos amigos», las palabras que suenan como las propias y, sin embargo, tienen un significado muy distinto.

      A modo de advertencia, reseñaré dos casos, ocurridos ambos a sendos sacerdotes.

      En el primero, un joven cura español recién llegado a Roma desea comprar un cacharro para la pequeña cocinilla de su residencia. Necesita, concretamente, un cazo de buen tamaño. Acude a una ferretería y lo pide en lo que deduce como versión italiana, esto es, pide un cazzo grosso. En la tienda aún se ríen cuando recuerdan el día en que apareció un cura y, plantado ante el mostrador, exigió un cipote de gran tamaño.

      En el segundo caso, otro sacerdote, catalanoparlante, se siente mal y acude a un centro hospitalario. En urgencias le preguntan qué le pasa, y el hombre traduce mentalmente. Está mareado y deduce que el mareado castellano y el marejat catalán confluirán en algo así como mareggiato. Sono mareggiato, informa. Maregiatto no significa nada, pero amareggiato, sí. Significa algo así como amargado o resentido. No recomiendo a nadie que se presente en un hospital para confesar sus resentimientos: existe un riesgo cierto de acabar bajo observación psiquiátrica.

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    7. Ara m'has fet riure, ves.

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    8. Me n'alegro! Riure està bé.

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  3. I tan riure és el que convé... Sincerament, reconec que no sempre podem amb tot.

    I.

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  4. M'està agradant molt. M'agraden aquests comentaris tan poc acadèmics, tan poc convencionals. A cada llibre hi ha arribat d'una manera diferent i de cadascun en treu coses diferents. M'agrada que siguin comentaris de lector i no de profe.
    D'ell em va agradar molt l'assaig sobre els bàrbars. Dona moltes pistes per entendre això que passa al món amb la cultura.

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    1. I a mi, i per les mateixes raons, Zaca!

      Té totes les pàgines?

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