dimecres, 13 d’octubre del 2021

ordenar una biblioteca

 

Al editor holandés Koen van Gulik le sucedió que, teniendo ya su propia biblioteca, heredó otra, que provenía de alguien muy cercano a él: su padre. La idea más obvia y a la vez más práctica era la de reunir ambas bibliotecas. De este modo, el mismo clásico estaría representado por distintas ediciones y se eliminarían algunas lagunas. Sin embargo, Koen se percató enseguida de que esa solución no funcionaba. Los libros provenientes de una biblioteca seguían imantados por los libros de la misma biblioteca. Se resistían a reunirse con los otros. La cercanía forzada podía provocar estridencias, dejar ver incompatibilidades de gusto. Era como si las dos bibliotecas reunidas se volvieran algo parecido a una biblioteca pública o una librería. Perdían su carácter de involuntaria confesión. Precisamente porque tuvo esta percepción, Koen es un buen editor.

Yo no tenía la completa certeza de que la biblioteca en cuestión hubiera pertenecido al padre de Koen. Por eso le pedí confirmación y recibí como respuesta esta carta «Sí, era de mi padre, nacido en los años veinte en una familia muy católica del norte de los Países Bajos —es decir, en una pequeña isla en el mar calvinista holandés—, que empezó a perder la fe después de la guerra y buscó la Respuesta a sus dudas en libros muy complejos —teología, historia, psicología— y en la literatura de la época, que era, en su mayoría, apenas legible. Por supuesto que a mí también me interesan los temas que a él lo atraían, pero no en la cantidad que ocupaban en su biblioteca. Además, mi padre era una persona antipática. Incluir su biblioteca en la mía hubiera significado la aceptación de su inalienable importancia para mi vida, que después de su muerte he intentado negar.» Palabras que muestran hasta qué punto el hecho de ordenar una biblioteca puede remover las aguas más profundas.


Roberto Calasso. Cómo ordenar una biblioteca. Traducció Edgardo Dobry. Anagrama, 2021. P. 61-62.


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