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divendres, 24 d’octubre del 2014

els relats clínics de freud


Sigmund Freud no sólo fue uno de los más grandes científicos y exploradores de la mente humana, sino también un excelente escritor de una amplísima cultura humanística. En ninguna parte se reflejan mejor estas dos condiciones como en los legendarios historiales clínicos que aparecen a lo largo de sus obras, cuya estructura literaria, según el novelista John Updike, «tiene una elegancia arquitectónica que iguala a los mejores escritores de su tiempo».
Este libro, al cuidado de la psicoanalista Isabel Menéndez, presenta por primera vez desde un punto de vista puramente literario veinte casos clínicos de Freud, veinte narraciones extraordinarias, que reflejan los tres temas más importantes de la búsqueda freudiana. La primera parte reúne breves y deslumbrantes historias clínicas del primer periodo de su investigación, sobre casos de sugestión e hipnosis, entresacadas de sus grandes trabajos técnicos o a veces rescatadas de notas a pie de página, que alumbran el conocimiento del inconsciente. La segunda, historiales inmersos en los trabajos que le llevaron a elaborar las teorías sobre neuropsicosis de defensa y obsesiones y fobias. Y finalmente, tres grandes relatos sobre paranoia y homosexualidad, que culminan con la obra maestra «Una neurosis demoniaca en el siglo XVII». Apasionantes y sorprendentes relatos rescatados de la teoría psicoanalítica que, como dice en su prólogo Juan José Millás, «poseen una eficacia narrativa que había permanecido oculta hasta la presente edición».

Sigmund Freud. Relatos clínicos.  Selecció de Isabel Menéndez. Traducció de Luis López-Ballesteros y de Torres. Siruela, 1997.


dimecres, 22 d’octubre del 2014

balmes malalt


«Balmes malalt: heus ací la faceta preterida del nostre home. Per què? Deu ser perquè, tal volta, es pensa comunament que la seva malaltia ve a ésser un aspecte excessivament carnal de la seva humanitat, quelcom massa concret i material de la seva biologia i, per tant, cosa vil i menyspreable? Ja tractarem després de trobar una explicació a aquest fet; però, mentrestant, el cert és que s'ha incorregut en l'error d'oblidar que, sota el sacerdot, el filòsof, el sociòleg, el polític i tot el que es vulgui, hi havia un malalt.
És veritat que els diversos biògrafs que s'han ocupat de descriure'ns la vida de Balmes ens han parlat de com emmalaltí en diverses ocasions de la seva vida i de com, a la fi, la mort, amb el seu alè gèlid, extingí la flama esmorteïda de la seva existència malaltissa; però amb això no n'hi ha prou. Vull dir que s'han acontentat amb l'aspecte anecdòtic de la seva malaltia; i l'anècdota resulta una cosa massa cortical. Cal aprofundir més, molt més, perquè el qui es posa malalt és l'home sencer, en la totalitat integral de la seva antropologia, que és com dir de la seva personalitat.
No és satisfacció de curiositat ni desig de passatemps el que m'indueix a encetar aquest tema intocat: Balmes malalt. És el convenciment que per aquest camí la comprensió de la personalitat del nostre gran filòsof vigatà serà millor i més perfecta i que solament després de ben explorada i estudiada aquesta faceta podrà acomplir-se allò que Villegas considerava, erròniament, que havia estat ja assolit pel més insigne dels biògrafs balmesians [nota de la copista: representa que és el P. Ignasi Casanovas S.J.]: presentar Balmes com a home complet...»

Conferència commemorativa de la mort de Jaume Balmes pronunciada per Lluís Daufí el 9 de juliol de 1990 a la sala de la Columna de l'Ajuntament de Vic.

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P.S.: La Conferència Balmesiana és un dels actes acadèmics més antics que es fan a la ciutat. El 9 de juliol de 1861 es va celebrar la primera, organitzada pel Círcol Literari de Vic amb motiu del 13è aniversari de la mort de Jaume Balmes. Des de llavors, tot i que amb interrupcions, val a dir, cada any es pronuncia una conferència en homenatge a la memòria del filòsof vigatà. 



dimarts, 21 d’octubre del 2014

l'historial clínic com a gènere literari (i II)


Para [...] demostrar que el historial médico es un género literario he estado hojeando un libro muy interesante que se ha reeditado hace poco, de Laín Entralgo, y que se titula justamente La historia clínica. La historia clínica analiza historiales clínicos desde el siglo XIX y en él se reproducen fragmentos de algunos recogidos aquí y allá. Yo seleccioné uno de mediados del siglo pasado titulado «Cisticercosis de la retina» (Cabrera Infante daría la mano derecha por tener un título tan interesante para una novela suya) que dice así: 
La esposa de un maestro, mujer de aspecto pálido y constitución débil que en su infancia había padecido mucho de ascaridiosis y que hace algunos meses notó por vez primera la presencia de anillos de tenia en sus heces, pero que nunca tuvo cisticercos bajo tegumento externo, comenzó a sufrir dolores reumáticos y debilidad pasajera en una de las extremidades superiores. Poco después, sintió cansancio en los dos ojos, sin disminución de la visión. Ese cansancio desapareció pronto del ojo izquierdo pero en el derecho se hicieron notar de cuando en cuando inflamaciones débiles. A la vez, sensación de moscas volantes y de nebulosidad ante ese ojo con accesos de violenta cefalalgia en el lado derecho. Desde hace dos meses no puede leer con el ojo derecho; pocos días después, ya no era capaz de reconocer a una persona.
Este texto es una obra maestra de nuevo periodismo. Nadie que empiece a leerlo puede dejarlo hasta saber lo que viene a continuación. Es decir, que nos ha cogido por el cuello en las primeras líneas. Fíjense la inteligencia, el olfato narrativo de este médico que empieza diciendo:
La esposa de un maestro, mujer de aspecto pálido...
Podría haber dicho: la hija de una costurera, la sobrina de un obispo, la prima de un sargento, cualquiera de las relaciones que esta mujer tenía;  sin embargo, dice: “La esposa de un maestro”. Es decir, hace una selección de todos los materiales posibles, y de entre todas las relaciones familiares posibles selecciona una y, además, le atribuye una cualidad que es la palidez. Dice: “mujer de aspecto pálido”, con lo cual crea una atmósfera en la que ya no es preciso, por ejemplo, que este hombre nos describa la casa en la que vive, porque ya nosotros nos imaginamos una casa de clase media, un poco menesterosa. Vemos llegar al maestro por la tarde, agotado, con ojeras, el traje manchado de tiza, y  nos imaginamos a esa mujer abriendo la puerta llena de cisticercos y de anillos de tenia en las heces. Está creando todo un cuadro que a un escritor no profesional quizá le habría llevado quince o veinte folios resolver y él lo ha hecho de un modo magistral en un párrafo de siete o diez líneas. El historial continua:
Cuando se me presentó...
Fíjense en este genial descenso a la primera persona. Estaba hablando en tercera persona y de repente dice:
Cuando se me presentó, todavía percibía un débil resplandor con el ojo afecto, pero no conocía los objetos. La exploración oftalmoscópica del ojo que, exteriormente, no mostraba nada patológico, hizo ver en el centro de la retina, cubriendo la entrada del nervio óptico, un cuerpo vesicular, redondeado, pero con un apéndice cilíndrico hacia arriba y hacia dentro...
Aquí ha entrado en un registro de novela policíaca. Todo está lleno de sospecha:
cuerpo que, por sus movimientos característicos, revelaba con bastante claridad ser un cisticerco.
Y remite a la figura tres, porque además las historias clínicas tienen el privilegio de que pueden poner dibujos. Si yo, en una novela mía, pongo un dibujo, lo toman por un libro infantil; el editor se negaría con toda la razón a publicarlo; sin embargo, en los historiales médicos sí pueden, y tienen la coartada científica para hacerlo.
A continuación hace el autor una ligera incursión poética:
Revelaba con bastante claridad ser un cisticerco. Su bella coloración azul verdosa parecía atenuada por un tenue velo que debía pertenecer a una membrana conexa con el cilindro cutáneo.
Pero enseguida abandona esta veleidad poética para continuar en el registro anterior:
Allí donde se insertaba el cilindro cutáneo veíase introducida en la vesícula una yema blanca, impulsada de manera intermitente hacia la luz del cilindro cutáneo por medio de un cuello de longitud variable. La dirección en que sobresalía la cabeza no era en este caso variable sino de tal modo determinada por la posición del cilindro cutáneo, que dentro del mismo solamente era posible realizarse por desplazamiento lateral.
Y de nuevo el paso a la primera persona:
No pude averiguar la índole de la unión del cilindro cutáneo con la retina porque su contorno se hacía más impreciso, al crecer la distancia a la vesícula, según se puede apreciar en la figura adjunta.
Parece aquí la descripción de un detective. Y observen como termina:
Cuando exploré de nuevo a la enferma unos nueve meses después de la primera observación vi sólo en lugar de la vesícula una membrana incolora flotante en el cuerpo vítreo, o más exactamente un sistema de membranas que cubría la mayor parte del fondo del ojo. La ya mencionada debilidad de una extremidad superior, las violentas cefaleas, las moscas volantes y los fenómenos luminosos subjetivos que la paciente sufre en el otro despiertan las sospechas de que también en el interior del cráneo se han formado cisticercos. Una sospecha cuya verosimilitud viene aumentada por el abundante cúmulo de anillos de tenia en el canal intestinal.
[...] Con todos estos ejemplos, me parece suficientemente demostrada la cercanía entre estos dos géneros, el del historial clínico y la novela, pero es que además el historial clínico tiene la ventaja de que nos hace más accesibles las zonas que en relatos meramente literarios están selladas: por ejemplo, el punto de vista, el lugar desde el que se nos cuenta una historia que, finalmente, es un espacio moral. El punto de vista está encarnado por el narrador, que normalmente permanece en la sombra.
[...] Es muy interesante profundizar en la voz del narrador de historial clínico porque nos hace entender muchísimas cosas de la literatura. La voz del narrador, durante el siglo XIX y gran parte del XX, estaba justificada como una convención necesaria, es decir, porque "alguien lo tenía que contar". Pero yo creo que ahora ya no está justificada, ahora el narrador tiene que legitimarse de algún modo, es decir, yo creo que el narrador tiene que explicar por qué nos cuenta algo y es en el historial clínico donde esta necesidad es más patente.
Tengo que lamentar, de nuevo, que el historial clínico se practique poco en nuestros tiempos. Quizá ha desaparecido, en parte porque ha desaparecido el personaje, que es el enfermo. Me explicaré: ha llegado el momento de aclarar por qué, a pesar de contar un suceso real, todo en el historial clínico es tan necesario como en una novela que narra un suceso imaginario. La razón es porque el médico, cuando entra un paciente en su consulta, no cuenta toda su relación con él porque entonces necesitaría escribir siete libros. Tendría que empezar diciendo: "La primera vez que vi a este paciente entró en mi consulta con el pie derecho, luego avanzó el izquiero, yo estaba mirando al suelo..." Eso sería agotador, de manera que lo que hace es seleccionar de toda su relación con el enfermo aquello que considera más importante, lo que considera significativo, es decir, lo que puede colocar al servicio del sentido.
Pero en esa selección se está operando sobre la realidad, del mismo modo que el escritor está operando sobre los materiales narrativos de que dispone. Y en ese sentido podríamos preguntarnos, y ésta es la gran incógnita, si la salud no es una construcción, si la salud y la enfermedad (y la realidad toda, en fin) no son meras construcciones verbales.
El historial clínico, pues, ha desaparecido porque ha desaparecido el personaje y se ha quedado el narrador nada más, quiero decir que en estos momentos el importante es el médico, y el paciente es un mero objeto en el que el médico manipula. El paciente hoy día no es sujeto de la curación. Fíjense qué curioso: en el historial médico que hemos leído de la cisticercosis de la retina, en ningún momento el médico dice que ha medicado a la enferma. La ha escuchado simplemente. Si ahora va al médico la esposa de un maestro con estos síntomas, la opera al minuto de entrar por la consulta, sin duda alguna. Sin preguntarle, le dice que firme un descargo de responsabilidad y la opera.

Juan José Millàs. «Literatura y enfermedad». A: Con otra mirada. Una visión de la enfermedad desde la literatura y el humanismo. Taurus, 2001. P. 151- 166.


dilluns, 20 d’octubre del 2014

l'historial clínic com a gènere literari (I)


«El historial clínico es pura literatura, con independencia de que tenga también sus virtudes científicas. Podríamos decir que todo gran historial clínico tiene algo de novela, del mismo modo que toda gran novela tiene algo de historial clínico. La muerte de Iván Ilich, como La metamorfosis, es un historial clínico. También El Quijote tiene mucho de historial clínico, lo mismo que Madame Bovary...Llegados a este punto, no se puede dejar de citar a Freud.
El año pasado se publicaron, por insistencia mía, algunos de los historiales clínicos de Freud, que editorialmente han funcionado muy bien, como si se tratara de un libro de cuentos, pues son relatos de una perfección asombrosa, con independencia de las virtudes científicas que tengan.
El misterio radica en saber cómo alguien que está contando un hecho real (la historia de un enfermo o enferma) consigue darle esa unidad característica del relato. Ustedes me podrían decir sí, de acuerdo, pero es que Freud es uno de los grandes escritores de todos los tiempos. Es cierto, Freud es un gran escritor que, con independencia de pasar a la historia de la ciencia, sin duda merecerá pasar también a la historia de la literatura.
Hablemos, pues, de otros autores que no tienen la altura de Freud para ver si podemos concluir que el historial clínico es también un género literario. Hay un escritor bastante popular, Oliver Sacks, neurólogo y autor, entre otros, del historial clínico en el que se basó la película Despertares. Oliver Sacks no es tan buen escritor como Freud pero es un hombre con una habilidad sorprendente para unir los materiales de los casos clínicos de tal modo que los convierte en auténticos relatos. El libro de relatos clínicos titulado El hombre que confundió a su mujer con un sombrero es excelente y en Un antropólogo en Marte hay por lo menos tres o cuatro casos que son obras maestras de la literatura.
Recuerdo uno que habla de un ciego que perdió la vista a los tres o cuatro años; es un hombre que lleva una vida muy solitaria y a los cincuenta años decide casarse. Su prometida quiere hacer un último intento para comprobar si la ceguera de su futuro marido es reversible o no y deciden consultar a un médico. El médico examina al ciego y concluye que lo único que le pasa es que está sufriendo las consecuencias de un mal diagnóstico, ya que lo único que tiene son unas cataratas, de manera que, teóricamente, si le operan las cataratas no debería haber ningún impedimento para que volviera a ver. Esto produce una gran alegría en la família y deciden operarle. El hombre se opera y Sacks nos describe esa escena que hemos visto tantas veces en el cine: el ciego al que tras la intervención quirúrgica le van quitando un vendaje tras otro, con la impaciencia de la família que está delante de él, y cuando le quitan la última venda el ciego abre los ojos, ve el rostro de su mujer,  se arrodilla y da gracias a Dios.
Esta escena la describe Sacks al revés, porque efectivamente le van quitando los vendajes y al llegar al último, abre los ojos y al ver el rostro de su mujer se queda espantado. Y se queda espantado porque no sabe leer un rostro. Ha estado toda su vida leyendo la realidad en un registro y ahora le obligan a leerla en otro, de manera que cuando van al restaurante él ve una copa de cristal y le parece un objeto muy inquietante hasta que la toca, hasta que la lee con la yema de los dedos y la comprende.  Y este hombre que hasta ese instante llevaba una vida normal, a partir de ese momento es incapaz de cruzar una calle porque le da miedo todo ese tumulto de coches y de gente. Y no descansa hasta que se queda ciego otra vez, y entonces recibe la ceguera como un don. Se trata de un buen cuento donde todos los elementos que lo componen se necesitan entre sí y están colaborando a producir ese efecto final que es el del hombre feliz cuando se queda ciego de nuevo...»

Juan José Millàs. «Literatura y enfermedad». A: Con otra mirada. Una visión de la enfermedad desde la literatura y el humanismo. Taurus, 2001. P. 151- 166.




dimecres, 15 d’octubre del 2014

la història clínica


Esta obra excepcional recoge y estudia ejemplos de historias clínicas representativas de distintas épocas, desde la Grecia clásica hasta principios del siglo veinte. Su análisis permite penetrar en el pensamiento médico de los respectivos autores. La historia de un tema concreto se convierte así en el hilo que conduce a un profundo estudio de la evolución de las ideas médicas a lo largo de los siglos y aclara genéticamente la naturaleza misma de la medicina.
Publicada por primera vez en 1950, La historia clínica supuso la consagración profesional de Laín Entralgo y se convirtió en el gran modelo de una forma de hacer historia que superaba la acumulación erudita de datos con un planteamiento historiográfico capaz de desvelar los fundamentos en que se apoyan la teoría y la práctica de la medicina. Se lograba así un conocimiento del pasado que daba cuenta intelectual de la realidad y contribuía con ello a la edificación del presente, una historia capaz de iluminar y fundamentar la reflexión teórica sobre el documento esencial de la práctica clínica, tal como apunta el propio subtítulo del libro: Historia y teoría del relato patográfico. Este original y fecundo planteamiento fue el punto de partida de todo el trabajo historico-médico desarrollado posteriormente por Laín.

*  *  *
Alguns exemples:

Johannes Baptista Montanus  (1498 – 1551) (p. 113).
Melancolía y apetito canino. Caso expuesto por Frisimelica. Nos muestra a un joven melancólico, blandamente educado en su primera edad, al cual de había permitido vivir a su arbitrio. Ha procedido pues, hasta ahora, según su voluntad, comiendo desordenadamente, trasladándose de acá para allá, ora de caza, ya de pesca; en lo más caluroso del estío y con lluvias, frios o tempestades. A veces, acalorado en exceso, se sumergía en aguas extremadamente frías, persiguiendo aves y otros animales. Ha cultivado con frecuencia a Venus: tuvo amores con varias mujeres, de las cuales se sospecha que le hayan dado bebedizos amatorios. Como, además, ha perdido mucho dinero en el juego, cayó en preocupación y ansiedad. Como quiera que sea, padece de melancolía, puesto que delira. Los ilustres médicos que le trataron en Venecia le purgaron cuidadosamente con eléboro y con otros medicamentos; pero de nada sirvió todo ello, y hasta creyeron que moriría. A lo ya expuesto, siguieron, en efecto, síntomas más graves: deliró más, padecía temores y vociferaba noche y día cosas sin sentido. Además, sufría de hambre muy extremada; y de tal modo reclamaba la comida, que la arrancaba de las manos furiosamente, con clamor y estrépito, y descansaba una vez se la habían ofrecido. Unanse a esto sus hábitos desordenados: no puede contenerse ni reposar, quiere huir y vagar de un lado para otro. Por otra parte, no depone, si no es con clister, mediante el cual vimos ayer que eliminó gran cantidad de excrementos pituitosos. Duerme, por lo demás, y no golpea ni daña a nadie. Está en los veintidós años de edad.

Thomas Sydenham (1624 - 1689) (p. 168).
Una dama tan honesta por su nacimiento como por sus costumbres, me llamó hace poco para tratarla. Después de un parto, se levantó del lecho antes de tiempo, cesaron los loquios y comenzó a sufrir espasmos histéricos. Traté de provocar el flujo loquial con los medicamentos antes indicados; pero en vano: la violenta afección histérica resistía al tratamiento. Pensé, pues, que para prevenir su salvación lo mejor era no hacer nada y encomendar todo al tiempo, clemente príncipe y corifeo de los médicos. Mi consejo le fué muy bien hasta el día décimocuarto: la visitaba a diario, y ni una sola vez la encontré peor que la vez precedente. Después de ese día, ciertas mujercillas que la asistían, y a las cuales había yo impedido, no sin esfuerzo, que, con idea de ayudarla, perjudicasen a la enferma, impulsaron al marido a que sin demora hiciese sangrar a su esposa por una vena del pie. Hecho esto, aumentaron tanto los paroxismos histéricos, que a las pocas horas sobrevinieron espasmos; y no más tarde que el día siguiente, la muerte, descanso de toda pena.

Rudolf Allers (1883-1963) (p. 616)
Una mujer de cuarenta y cinco años se lamenta de que sólo puede tomar el alimento en pequeñas cantidades; nunca puede ingerir toda la comida; no soporta alimentos sólidos, porque todo intento le produce malestar y vómitos. Por consejo de su médico se efectuó una radioscopia, basándose en la cual se le recomendó una operación, puesto que presentaba un estómago en reloj de arena y otros trastornos. No obstante, por un motivo que no hace al caso, la enferma, antes de aceptar la operación, prefirió solicitar mi opinión. Adquirí la impresión de que se trataba de una personalidad sumamente neurótica, con tendencia a lamentarse y a llorar, y que el centro de sus pensamientos era su propia persona, mientras que sus molestias anímicas y corporales giraban en torno a sus relaciones con su esposo. La idea de que, a pesar de los trastornos, indudablemente orgánicos, pudiera tratarse de una neurosis, quedó fortificada cuando la paciente me comunicó que sufría, con frecuencia, desvanecimientos, tanto en su casa como en lugares públicos, en sociedad o a solas; de modo que su esposo, al regresar al hogar, la encontraba, con frecuencia, tendida en el suelo, en la cocina o en el vestíbulo. Como el internista citado a consulta no consideró excluída la psicogénesis, se decidió intentar primero una psicoterapia, que en el transcurso de tres meses consiguió una curación completa. No es posible exponer detalladamente la estructura de su neurosis; el sentido del "arrangement" neurótico resultó hallarse en una actitud de lucha contra el marido. Por motivos religiosos, rechazaba ella el empleo de medios anticoncepcionales; en cambio, su esposo, por motivos económicos, se negaba a tener un segundo hijo —el que ya tenían contaba trece años—; se habían interrumpido enteramente las relaciones sexuales; la mujer sospechaba que su esposo se satisfacía extramatrimonialmente. También había oído que su situación era peligrosa para la salud. Por otra parte, creía que se le tenían pocas consideraciones y que se le imponía un exceso de labor doméstica. Gracias a su enfermedad consiguió, en efecto, que disminuyera su trabajo; por ejemplo, el de lavar, puesto que temía caer desmayada en el cubo de la ropa, o causarse daño de algún modo (lo cual no ocurrió nunca). El sentido del síntoma era claramente el siguiente: "Mira cómo me has hecho desgraciada".

Viktor Von Weizsäcker  (1886  – 1957) (p.648).
Un hombre de 30 años se enamora de una muchacha que parece reunir todas las condiciones necesarias para hacer favorable un matrimonio. Descubre, sin embargo, con creciente apasionamiento, que las razones aparentes de esa impresión son dudosas, y que el enlace sería difícil. Mientras se consume sopesando motivos en pro y en contra, enferma de fiebre la que hace contrarios sus sentimientos, y, puesto que él es médico, es llamado para atenderla. Cuando la explora, siente súbitamente que el cuerpo de la muchacha le inspira una viva repulsión, la cual provoca inmediatamente la clara idea de que con ello se han resuelto sus dudas: el compromiso debe ser roto. En seguida enferma él de una angina difteroide, en cuya convalecencia, a raíz del primer baño de agua caliente, le aparece una urticaria general de pocos minutos de duración; luego sufre durante algunos meses una irregularitas cordis y depresión psíquica. Al fin cura, y se siente alegre de haber podido salvarse a tiempo de su error. 



divendres, 10 d’octubre del 2014

la desclosa de la post-ficció


A partir, sobretot, dels anys seixanta, la divisió tradicional entre escriptura de ficció i escriptura de no ficció ha estat qüestionada des de fronts diversos de l'activitat literària i cultural. Prosistes com Truman Capote, Norman Mailer, Leonardo Sciascia, Christa Wolf, Günter Hochhuth i Peter Weiss; historiadors com Jan Myrdal, Georges Duby, Carlo Ginzburg i Ronald Fraser; i sociòlegs, antropòlegs i psicòlegs com Studs Terkel, Oscar Lewis, Miguel Barnet i Oliver Sacks han escrit obres caracteritzades per la combinació deliberada del verisme documental amb les tècniques de composició i estil pròpies de la narrativa de ficció.
El fenomen ha estat diagnosticat per pensadors de tarannà intel·lectual ben divers. Així, per exemple, Hans Magnus Enzensberger, segons el qual:
El desconcierto de la crítica literaria ante la llamada literatura documental indica hasta qué punto la mentalidad de los recensionistas ha quedado atrasada con relación al estado actual de las fuerzas productivas. Ello se debe a que los medios han eliminado una de las categorías fundamentales de la estética tradicional: la de ficción. La oposición ficción-no ficción ha quedado paralizada al igual que la dialéctica entre «arte» y «vida», tan predominante en el siglo XX.
O George Steiner, per a qui el que ell anomena poètica del document o post-ficció ha superat les formes imaginatives de l'art literari tradicional:
La característica dominante de la actual escena literaria es la supremacía de la «no ficción» —reportaje, historia, polémica filosófica, ensayo crítico— sobre las formas imaginativas tradicionales. La mayoría de las novelas no están, sencillamente, tan bien escritas, tan vigorosamente sentidas como otras modalidades de la escritura en donde la imaginación obedece al impulso de los hechos.
O Jürgen Habermas, per a qui:
Lo que de ese modo comenzó a insinuarse en la prensa diaria ha progresado ya indeciblemente en los nuevos medios de comunicación: la integración de los ámbitos, antes separados, de periodismo y literatura, esto es, de información y raciocinio, por un lado, y de la novelística, por el otro, conduce a una verdadera remoción de la realidad, a una mezcla de los distintos planos de la realidad.
O l'impagable José María Valverde, qui s'expressa eloqüentment en aquests termes:
Con todo esto, ¿preveo la desaparición de la creación literaria? De ningún modo: ésta siempre seguirá produciéndose, aunque quizá no primordialmente donde se la suele buscar, en los géneros tradicionalmente establecidos. Acaso en este momento la mayor posibilidad de encontrar auténtica creación literaria se está dando en páginas de periódico, en ciertas columnas y crónicas, e incluso artículos. Eso no sería nuevo: todavía vale la pena leer a Larra, pero no la poesía ni el teatro ni la novelística de su tiempo.
El que s'ha de considerar nou, però, no és la presència de documentalisme en la cultura contemporània, sinó el pes que aquesta presència ha adquirit i, sobretot, el fet que ha trasbalsat els límits que tradicionalment separaven les categories epistemològiques de ficció i no ficció. Aquest fenomen, palès a la literatura, les arts audiovisuals, les ciències socials i el periodisme, ha d'ésser interpretat a la llum de l'espectacular remoció que ha comportat l'adveniment i consolidació de la societat de comunicació de masses. Les velles formes de producció i consum cultural, les categories tradicionals de valoració artística han estat trasbalsades radicalment per l'impacte dels nous mitjans i dels nous llenguatges.
A falta de teories sòlides sobre el fenomen, és possible consignar almenys els termes que hom ha encunyat per designar-lo: faction (neologisme resultant de la contracció dels mots anglesos fact i fiction), literatura de fets, factografia, literatura testimonial, literatura documental, documentalisme poètic, post-ficció...La desclosa de la post-ficció, constatable durant les últimes dècades a diversos camps de l'activitat cultural, s'està fent sentir sobretot en la simbiosi contemporània de literatura i periodisme. Denominacions com ara les de nou periodisme, alt periodisme, periodisme literari, teatre documental, cinema documental o docudrama revelen els intents que hom ha fet per expressar les característiques del fenomen o d'alguna de les seves facetes concretes.
Em sembla indubtable, però, que aquesta simbiosi llargament covada està trobant la seva millor plasmació en l'aliatge de la novel·la i el reportatge tradicionals. El fruit d'aquesta unió ha estat batejat diversament: novel·la de no ficció, novel·la-testimoniatge, novela-reportatge, reportatge novel·lat, novel·la-verité, novel·la documental, romanzo-inchiesta són etiquetes usades ja arreu per designar-la.

Lluís Albert Chillón. Literatura i periodisme: periodisme literari i literatura periodística en els temps de la post-ficció. Universitat de València, 1993. P. 23-25.